Durante años hemos escuchado a los políticos criticar al Fondo Monetario Internacional y responsabilizarlo de la situación precaria de la Argentina, así como de la pobreza. ¿Y si el problema no es el FMI? ¿Y si el problema es la casta política?
26.07.2022 Mg. Yanina S. Lojo
La Argentina pasa por una crisis muy profunda en su economía, debido a tres razones: la eficiencia en la producción agrícola está disminuida, no hubo en los últimos años una política de sustitución de importaciones apropiada con visión de futuro y no hubo estímulo para el desarrollo de la explotación y producción del petróleo. Si bien esta breve descripción podría reflejar la situación actual, la realidad es que se trata de un breve resumen del análisis elaborado luego de la caída del gobierno de Perón en 1955. En ese entonces, Raúl Prebische, quien era secretario general de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas - conocida como CEPAL - realizó un diagnóstico de la situación económica y propuso ciertas medidas económicas a futuro.
En las recomendaciones se incluyó la de ingresar a los organismos bilaterales de financiamiento. Por ello, durante el gobierno de facto de Aramburu en 1956 se firman los acuerdos de Bretton Woods tras solicitar el ingreso tanto al FMI como al Banco Mundial.
En 64 años que formamos parte del organismo se firmaron 23 acuerdos - esto nos da un promedio de un acuerdo cada casi 3 años. En total fueron 41 años los que hemos estado bajo su supervisión.
La economista del Conicet Noemí Brenta, que estudió la relación del país con el organismo multilateral, indica que se firmaron 19 acuerdos stand by y 3 de facilidades extendidas (en 1992, 1998 y 2022) y uno de complementación financiera en 2001.
En general, los acuerdos implican condicionamientos a la política macroeconómica, y en caso de incumplimiento se suele recurrir a lo que se conoce como "waiver" que permite revisar las condiciones establecidas para evitar la suspensión del financiamiento.
El primer acuerdo fue firmado por el presidente Frondizi para solucionar "el problema cambiario". El ajuste incluía una reducción del empleo público, detener la obra pública y la privatización de empresas públicas.
En estos 64 años en cinco oportunidades se han suspendido los desembolsos generando crisis profundas - 1983,1985, 1988, 1992 y en 2001.
Pero antes del Fondo cuando la Argentina necesitaba financiamiento recurría a préstamos bilaterales. Por ejemplo, en 1955 la deuda externa ascendía a $757 millones por acuerdo con 11 países diferentes. Y dos crisis importantes económicas que el país había sufrido hasta entonces, la que sucedió durante el gobierno de Avellaneda en 1876 y la de Carlos Pellegrini en 1890 estuvieron, asociadas con problemas de financiamiento recibido en ese momento desde Reino Unido a través de Baring Brothers. Esta entidad era la que colocaba deuda nacional en la plaza europea.
Si nos ponemos a pensar, en particular desde 2001, se nos dijo que el FMI era el malo de la película. Que pone condicionamientos macroeconómicos muy duros y que si el país no los cumple te abandona. Y si bien la entidad ha hecho una revisión de sus políticas tras el fracaso y las crisis no sólo argentinas sino de otros países que recibieron asistencia, el problema de fondo es otro. El problema no es ellos, somos nosotros.
Históricamente, nuestra casta gobernante ha tomado decisiones que han generado desequilibrios económicos, hemos recurrido al financiamiento externo para evitar la crisis, pero en lugar de aplicar políticas correctivas, nos gastamos la plata y la crisis termina llegando, con el consecuente impacto social y el desgaste de todo el aparato productivo.
Todos hemos escuchado en los últimos días que publicaciones especializadas creen que es hora de que el FMI le dé un poco de "amor del duro" a la Argentina, pero es lo que hizo en 2001, y la verdad, no sirvió. Solo les dio la excusa perfecta a los políticos para lavarse las manos de las malas decisiones tomadas. Convirtiendo al organismo en el villano, que nos soltaba la mano en el peor momento. Cuando en realidad, fueron nuestros políticos quienes definieron una estrategia económica que nos llevó al fracaso, no dejando más opción que luego recurrir a medidas correctivas demasiado duras y con un costo político muy alto. Entonces, ¿es el FMI responsable de la situación argentina? ¿Somos nosotros mismos? El problema es la Argentina, que no logra acomodar sus cuentas, resolver sus problemas macroeconómicos, que gasta más de lo que tiene, que no define una política productiva y la sostiene a lo largo del tiempo, que vive en conflicto. En todo caso, el FMI es cómplice, porque sabe cómo somos y sin embargo, nos sigue prestando.
Después de tantos años, es posible creer que cuando se firmó el último acuerdo tanto el FMI como el Gobierno argentino sabían que no iban a cumplirse las pautas. Considerando que la deuda argentina representa el 29.3% del total de lo que se le debe al organismo - colocándose como el principal deudor de éste - la reunión de esta semana de la ministra Batakis con el organismo es anecdótica. Tanto la ministra como los representantes del Fondo saben la realidad, la Argentina no va a cumplir y el waiver va a aparecer.
Decir que los posibles anuncios económicos llegarán luego del regreso de la ministra de Estados Unidos, es un bluff. Si hay alguna decisión, si es que la habrá, ya está tomada. Y el viaje no era necesario. Más que "amor del duro" lo que necesitamos es liderazgo en un momento complicado. Se vienen momentos muy duros para la sociedad argentina, esperemos que todo el arco político esté a la altura de las circunstancias. Aunque hasta ahora han demostrado todo lo contrario.
La pregunta final que nos podríamos hacer sería ¿la culpa es del chancho o de quien le da de comer?
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