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Rompiendo mitos

Actualizado: 20 nov 2022

Ni los importadores son fugadores de capital ni los exportadores son unos capitalistas descarnados. Ambos son actores económicos más que necesarios. El comercio internacional es clave para que la economía funcione adecuadamente.

Viernes 21 de octubre de 2022, Mg. Yanina S. Lojo


En el último tiempo hemos escuchado como se acusa a los importadores de llevarse los dólares de la Argentina para su propio beneficio. Por otro lado, a los exportadores se los suele definir como unos capitalistas descarnados que sólo acceden a entregar sus dólares si el Estado les paga una fortuna. La realidad es que para que una economía funcione adecuadamente, se necesita de un comercio internacional equilibrado que ayude a potenciar a un país.


El papel de las importaciones


Si bien se nos dice que las importaciones son malas, que destruyen la industria nacional, esto no es cierto. La industria nacional se destruye cuando el Estado no brinda las herramientas adecuadas para que ésta pueda competir adecuadamente a nivel internacional. Por ejemplo, esta semana por la implementación del SIRA trascendió que el 80% de las importaciones realizadas por empresas privadas se tratan de partes, piezas e insumos para la producción. Cada traba, cada trámite, cada piedra en el camino que se les pone a las empresas para poder importar lo único que hace es generar extra-costos. Estos terminan generando distorsiones que impactan en los precios de los productos terminados. La industria nacional se ve castigada constantemente por miles de impuestos, atrasada por la falta de leyes que le permitan llegar al siglo XXI y en algunos casos, inclusive es extorsionada por patotas que se escudan en el sindicalismo, pero lejos están de representar a los trabajadores y sus necesidades. Los fabricantes argentinos necesitan que el Estado les tienda una mano: ¿Cómo pueden crecer y expandirse si la importación de bienes de capital deberá pagarse luego de que éstos hayan llegado al país? Este tipo de medidas atentan contra el desarrollo de nuestra industria, cuando no hay un solo fabricante de bienes de capital que esté dispuesto a entregar una máquina, un brazo robótico, o cualquier otro tipo de equipamiento sin el correspondiente pago anticipado. Y menos si el destino es nuestro país. Nuestra historia nos condena.


Cuando pensamos en el 20% de las importaciones restantes, que pueden ser bienes terminados, tenemos que pensar que detrás de un importador hay miles de comercios que se abastecen. Esos comercios, esas PyMES, pagan impuestos y dan empleo. Nuestro país, nuestra economía está asentada sobre la base de las pequeñas empresas: personas que se levantan todas las mañanas temprano, abren sus persianas y tratan de vender sus productos.


El mercado internacional nos permite no solo acceso a mejores materias primas, sino a nuevas tecnologías y prácticas comerciales y muchos otros beneficios. Todo esto se trasforma en mejores productos que llegan a los consumidores y a mejores precios.


Como en todo aspecto de la vida, hay personas o empresas, que distorsionan las actividades y llevan adelante actos fraudulentos, delictivos o prácticas desleales, pero por una manzana podrida no podemos castigar a todos. Para combatir este tipo de acciones hay leyes, hay medidas que permiten protegernos. Por ejemplo, en el caso de las prácticas desleales la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha implementado una serie de mecanismos para sancionar y desalentar prácticas como el dumping. Si uno puede probar que las importaciones originarias de un país en un producto están generando un daño significativo a la industria, se pueden tomar acciones correctivas. En general, se aplica un derecho especial sobre estas operaciones. Si un importador comete fraude existe el código penal aduanero, y debe ser sancionado con todo el peso de la ley.


Las exportaciones como timón


Los exportadores no están a disposición del gobierno como proveedores de dólares para financiar el déficit fiscal, por una mala administración del gasto público. Las exportaciones cumplen un papel mucho más profundo en la economía.


Cuando una fábrica decide internacionalizarse accede a un montón de beneficios que se traducen en mejoras para toda la sociedad. En primer lugar, si una firma tiene una mayor demanda puede responder y lograr alcanzar su capacidad óptima - si no lo está haciendo -, o ampliar su capacidad instalada. Si se logra llegar a operar de esta manera, se puede acceder a los beneficios en los costos por economía de escala. A menores costos, podemos ofrecer nuestros productos a mejores precios y mejorar los márgenes. De esta manera, la empresa puede derramar sobre la sociedad el capital obtenido. Cuando la demanda de un producto es estacional, el comercio exterior puede ayudar a encontrar mercados que permitan pasar los momentos de menores ventas. Nuevamente, para que todos estos beneficios se obtengan la presión tributaria debe ser acorde y no excesiva, las reglas deben ser claras para que las firmas se sientan seguras y reinviertan mejorando la tecnología instalada. Las empresas exportadoras son parte de una cadena de producción larga, compuesta por muchas otras organizaciones - incluso emprendedores -, que crecen y que pueden desarrollarse, gracias a que uno de esos eslabones puede exportar. La generación de trabajo es mucho más amplia de lo que se ve directamente.


La competencia internacional también genera que las empresas tengan que estar atentas a los cambios en el mercado, invertir en innovación y desarrollo. En otras palabras, se logra ofrecer un mejor producto.


Por otro lado, las exportaciones muchas veces les permiten a las economías regionales tener volumen suficiente para hacer sus negocios viables, dado que quizás los productos comercializados no tienen suficiente demanda local. Por ejemplo, la producción nacional de limones excede el consumo nacional, y es por ello que se vuelve vital encontrar mercados externos donde poder colocar el limón y sus derivados. Los dólares obtenidos ayudan al desarrollo de la zona geográfica que es la principal productora, en este caso, el Noroeste argentino o NOA, en particular, la provincia de Tucumán. En 2022, con la crisis generada por la guerra en Ucrania y las trabas impuestas nuevamente por Estados Unidos, hemos visto las imágenes de los productores tirando los limones porque no tienen a quien vendérselo.


Si hablamos de la exportación de servicios, podemos mencionar que el intercambio cultural que nos permite llevar adelante enriquece a nuestro país a través del contacto con otras culturas, religiones o idiosincrasias y, adicionalmente permite la revalorización del profesional argentino.


El comercio internacional como parte del motor del crecimiento


El comercio internacional se basa principalmente en que cuando un país produce un excedente de bienes y/o servicios y lo hace con ventaja comparativa con respecto a otros países - es decir, la producción es más eficiente y eficaz -, y tiene la posibilidad de exportarlos, y con los dólares obtenidos puede importar aquellos que no puede producir o que le resulta muy costoso hacerlo. Esto permite que los consumidores puedan acceder a una gama de bienes y servicios más amplia que si el país se encontrara completamente aislado.


La industria nacional argentina tiene un potencial enorme, pero para poder alcanzarlo necesita de reglas claras que le brinden seguridad para poder invertir y crecer. Las importaciones y las exportaciones son operaciones normales que se dan en el marco de la economía y que no solo benefician al empresario, son un motor para permitir el crecimiento del conjunto de la sociedad. Los exportadores generan ingresos en dólares, al igual que los importadores, pagan impuestos por el crecimiento de sus ventas y esos van a parar a las arcas del Estado. Bien administrados, éstos pueden ser de mucha utilidad para mejorar las condiciones de salud, educación, infraestructura y seguridad. El Estado tiene que intervenir lo menos posible en la actividad de las firmas que importan y/o exportan, porque esto tiende a generar distorsiones que perjudican directamente a los consumidores. El gobierno debe brindar herramientas e infraestructura adecuada - rutas, puertos, vías fluviales -, para que los bienes puedan ingresar y salir de nuestro país de manera tal que la logística se vuelva una aliada y no un escollo más a resolver.


La inserción de nuestro país en la economía mundial, como el actor relevante que puede ser si realmente se les brinda a las firmas las condiciones adecuadas para operar, será un factor determinante para que la economía nacional despegue. Nuestro país necesita llegar al siglo XXI y no lo va a hacer mientras se vea a las empresas como enemigas, que solo sirven como cajeros. Detrás de cada firma, hay cientos, miles de familias, hay muchos sueños, noches en vela, preocupaciones, pero sobre todo mucho sacrificio. Ojalá la política entienda de una vez que el país solo puede salir adelante con trabajo genuino. Apostar a la industria nacional es sobre todo dar tranquilidad, estabilidad y previsibilidad. Mientras las reglas sigan cambiando a cada momento, para tratar de satisfacer las necesidades del burócrata de turno que se sienta detrás de un escritorio y que está muy lejos de la realidad de la calle, nuestras empresas están condenadas.


Una vez fuimos el granero del mundo, una vez se repetía la frase "ser rico como un argentino". Ojalá alguna vez logremos alcanzar nuestro potencial.


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